Soy una gran fan de la cultura japonesa por lo que, cuando vi que este libro iba a ir sobre esto, pensé que me iba a encantar, pero llego y me encuentro con un libro que no ha conseguido llegarme (si quieres leer las reseñas de los libros anteriores, pinchad aquí, aquí, aquí y aquí respectivamente). Es una historia que, aunque sé que el resto también giran en torno al sexo, creo que se centra demasiado en esto. Desde el principio vemos con ni Miya ni Rota sienten nada el uno por el otro, que solo les interesa el sexo desenfrenado. Y eso es algo que me ha tirado un poco para atrás. Y me ha gustado el libro, enserio, pero creo que la historia podría haber ido por otro lado y haber sido igual de buena.
Como ya habréis podido deducir, esta historia se centra en todo lo que tendrán que pasar Rota y Miya hasta lograr que los sentimientos surjan por fin entre ellos. Debido a una profecía, Miya no logra confiar completamente en Rota, mientras que ella no es capaz de quitarse ese caparazón exterior de indiferencia que lleva siempre encima; por lo que desde el principio somos conscientes de que no todo va a ser fácil en esta relación, y menos sabiendo la personalidad que tienen estos dos. A ver, el principal problema que he encontrado en esta novela es la poca química que he visto en estos personajes. No veía que pegasen entre ellos, por lo que no entendía la mitad de lo que sucedía en la trama.
Si hablamos de los personajes, son bastante duros la mayoría. Rota no se corta al decir lo que piensa, mientras que Miya no se calle ni debajo del agua. Y claro, si les junta, explotan. ¿Y qué hacen para quitarse la frustración? Sexo puro y duro. Y así va toda la trama hasta que llegas al final que, como siempre, es sorprendente. Es de esos finales que te ponen nervioso, frustrado con todo; y cuando lo acabas y se resuelve el problema, no estás seguro de que hacer con tu vida.
Como ya he comentado, aunque no sea uno de los mejores libros de la saga, no está mal.
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